jueves, 28 de julio de 2011

SIN PERDÓN


El otro día mi mujer me comentaba que el cartel de la película Templario estaba muy bien, y es cierto. Me puse a pensar y creo que mi cartel favorito es el de Sin Perdón. No solo el cartel, también la película está entre mis tres favoritas. Curiosamente en las tres participa Morgan Freeman.
Sin Perdón es la demostración de que Clint Eastwood ha aprendido bien de los maestros con los que ha trabajado como Sergio Leone o Don Siegel. Además muestra un conocimiento y un respeto por el tipo de cine que le hizo famoso, el Western. En esta obra maestra, Eastwood demuestra un dominio tras las cámaras al que ya nos tiene acostumbrados y cierra la boca a aquellos que critican su nula capacidad interpretativa con una actuación llena de matices.
"Échale cojones y dime que soy mal actor, pedazo de mierda"
La historia es simple. Unos vaqueros retirados deciden ir a cobrar la recompensa ofrecida por unas prostitutas a cambio de la muerte de los chicos que han marcado a una de ellas. Pero el fuerte no es la historia. El fuerte son los personajes. Y es que cuando Clint se levanta de su mecedora y se pone tras la cámara, el resto mira, calla y aprende. En esta película, Eastwood, con la maestría no siempre bien apreciada del que hace fácil lo difícil, enfrenta las dos versiones que existen del lejano Oeste. Por una parte está el Oeste de las películas, limpio, hasta romántico, de héroes impecables. Esta parte la representa Bob el Inglés, interpretado por el gran Richard Harris. Bob es todo un caballero inglés que dispara a chinos y faisanes y engatusa a las alegres señoritas. Todo ello, respaldado además por la continua compañía de su biógrafo que se traga las endulzadas mentiras que Bob cuenta, perpetuando una imagen que es la que ha llegado hasta nosotros, repleta de duelos al sol y defensas del honor. Por otra parte aparece la enorme figura de Gene Hackman interpretando al Sheriff Little Bill. La imagen de Bill es la del Oeste duro, cruel, salvaje y realmente sin perdón. Gene Hackman interpreta a un personaje que destila seguridad y fuerza en todo lo que hace. De hecho el único momento en el que parece realmente enfadado es cuando critican su habilidad para la carpintería. Por lo demás Little Bill es capaz de destrozar a golpes a Bob el Inglés mientras da un discurso, para a continuación darle un arma cargada y retarle a cogerla, solo por poder matarle fríamente.
Bob el Inglés y Little Bill, dos estilos diferentes.
Por último y frente a estas dos imágenes del Oeste americano, está Clint Eastwood. Interpreta a William Munny, conocido ladrón y asesino, el cual ha disparado a todo aquello que tuviera vida y se moviera. Ha matado a mujeres, y a niños, pero siempre estando borracho. Munny, reformado por su mujer, ya fallecida, se dedica a criar cerdos y mantenerse sobrio, cuando ve la posibilidad de entregar un mejor futuro a sus hijos y parte a la caza de una recompensa, la cual parece una última solución para su vida. Durante todo el viaje reniega de su pasado y culpa al alcohol de su mala actitud. Clint convierte a Will Munny en un hombre capaz de contar como ha realizado las mayores atrocidades y por el cual llegas a sentir lástima. Pero todo cambia. En un momento sublime, Will se queda solo. Su amigo Ned es capturado y asesinado por Little Bill y en una escena sublime, William Munny comienza a beber de una botella de whisky. Con el primer trago la mirada de Clint Eastwood cambia de forma sutil, pero perceptible. El William Munny destrozado deja paso a una fuerza de la naturaleza, pero con solo un trago, dando a entender que el alcohol solo era una tapadera para hacer más llevadera la pesada carga de sus inenarrables barbaries. Con este hecho y si nos queremos poner profundos, se muestra que el detonante de su cambio de actitud no fue que su mujer le apartase del alcohol, sino el amor por su fallecida esposa. En el momento en que los ojos de William Munny cambian, desata toda su furia arrasando un bar y a todos los que hay en él. Sin cubrirse, como si un ente sobrenatural hubiese entrado por la puerta. Cuando el único superviviente le pregunta cómo lo ha hecho, cuál es su táctica, William responde casi sin mirarle, indicándole que siempre ha tenido suerte cuando se trata de matar. Su salida del bar, caminando y amenazando entre una tormenta salvaje, no es más que el colofón a una película que perdurará en el tiempo. Una auténtica obra maestra.
Aquí a Clint no le está molando ya el tema.
Así que no puedo más que recomendarla. De hecho ha sido fuente inagotable de inspiración para otras películas, permitiendo el renacimiento de un género casi extinto, e influyendo en otros medios como el cómic donde El viejo Logan, un cómic post-apocalíptico de Lobezno y el pistolero mitológico de los cómics del Predicador, El Santo de los asesinos, beben directamente de la fuente que Eastwood abrió.
El Santo de los asesinos

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