miércoles, 3 de agosto de 2011

MALOS DE PELÍCULA (1)


Hoy me he puesto a ver Matrix. Se trata de una buena película de acción con unos elementos correctos de ciencia-ficción. Evidentemente solo hablo de la primera película. Muchos en un ejercicio de sesuda intelectualidad, han tratado de ver más allá de la obra de los hermanos Wachowski, una filosofía compleja que yo, en mi limitada capacidad craneal no veo por ninguna parte.

Ésta es toda la fiolosofía que he podido extraer de Matrix
Matrix es un entretenimiento espectacular, con algunos puntos flacos, como por ejemplo la entrada de Trinity por una ventana en la primera escena, la cual parece un homenaje a los cromas de Superman, película del año 1978 o la "proteína unicelular" que comen los humanos huídos de Matrix. Pero más allá del tiempo bala y el ya mítico “Ya sé Kung-fú”, si nos fijamos, hay un paralelismo evidente entre esta película y una obra maestra del puro cine de entretenimiento y acción. Terminator 2. En ambas aparece un personaje malvado y de aspecto robótico, un malo inmenso interpretado con maestría por Hugo Weaving en Matrix y Robert Patrick en la secuela del primer Terminator. El T-1000 y el agente Smith comparten una naturaleza no humana y un desdén por nuestra pobre raza. Hay sutiles diferencias. Mientras que el robot enemigo del ex gobernador de California muestra un desprecio absoluto por la vida humana, en el caso del antiviral agente Smith, llegamos al odio visceral. En ambos casos, el retrato de la máquina imparable genera la posibilidad de llevar al héroe de la función más allá del límite (en el caso de Neo a la divinidad en la tercera parte de la saga) y dan un peso a la historia que sin ellos no se habría conseguido.
Cara de buena gente no tienen, la verdad


Hugo Weaving es un actor potente, con una voz tremenda que le ha valido participar como actor de doblaje en muchas ocasiones, entre ellas como voz de Megatrón, líder de los decepticons en la saga cinematográfica Transformers. Su interpretación en Matrix es perfecta, sobretodo en la escena de su airada protesta acerca de todo lo que significa para él el ser humano.
Y cuando me río, acojono más
Por otra parte, Robert Patrick, al contrario que Hugo Weaving, el cual ha participado en múltiples películas de nivel, como la trilogía del anillo, no tiene más papeles de calidad. Sin embargo en Terminator 2, dejó el listón a una altura insalvable. Sus gestos, su rostro inamovible durante las peleas con el T-800, su “¿Ha visto a este chico?” son increíbles, lógicamente espoleado por la dirección de un tipo como James Cameron que de este negocio sabe un rato.
Ahí viene Robert Patrick otra vez a pedirme dinero, pues lo lleva crudo
Yo soy de aquellos que piensan que sin un buen malo, una película no puede triunfar. Es decir, pese al buen trabajo de Brian Cox en Manhunter, el éxito llamó a las puertas del doctor Lecter cuando Sir Anthony Hopkins se puso en su piel y Jonathan Demme se parapetó tras la cámara. Además mi buen amigo Félix me ha recordado la importancia del otro villano de la gran El silencio de los corderos, Búfalo Bill cuya genialmente retratada crueldad con la chica secuestrada ha generado hasta un tema musical (gracias don Félix). 
Qué decir de grandes malvados de película como John Doe en Seven, cuya aparición genera la media hora más aprensiva de la historia del cine o los clasicazos como el Joker, Hans Gruber o Tyler Durden. Pues lo único que se me ocurre es que esos se merecen un post aparte.
A mí en Los cuatro fantásticos no me hicieron ningún favor


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