lunes, 2 de enero de 2012

MALOS DE PELÍCULA (2)



Hace un tiempo escribí una entrada sobre malos de película a la que titulé, en un ejemplo de imaginación, “Malos de película (1)”. Todo hacía indicar que habría una segunda parte, pero esta se ha ido retrasando en el tiempo y ha tenido que ser una extraña acrobacia del destino (Ver la parodia de Se7en protagonizada por Juan Mota) la que me empuje a escribir el segundo capítulo.
La verdad es que era un delirio y me aburrí pronto
Habitualmente existen tres tipos de malvado en el cine. Están los que planifican cada paso y siempre van un poco por delante de los protagonistas, hasta que un mínimo error o coincidencia permite su captura. Luego están los matones, las bestias. No planifican ni tejen ninguna red de mentiras a cual más compleja, pero son complicados de derrotar y tenaces. El tercer grupo lo completa por si mismo Hans Grüber, mi malo favorito y al que le pienso dedicar un capitulazo entero (Spoiler de que habrá tercera parte).
También está el malo de Commando que era un gordo sebáceo sin gracia
Sin embargo esto que acabo de contar no es del todo real. Me pongo a pensar y existen dos malos que escapan de estas clasificaciones. John Doe (Se7en) y el Joker. Entre ambos existen paralelismos y diferencias pero han conseguido gracias a sus cualidades particulares, alcanzar el Olimpo de la villanía y establecerse como dos cánones de maldad en el mundo del celuloide.
Y en ese Olimpo, Hans es Zeus, si Zeus, como el padre de Apolo, el de no me toques los cojones o te meto un rayo por el culo

En primer lugar, John Doe, es el paradigma de la planificación minuciosa, de la preparación y la perfección. Metódico y capaz de la excelencia, John maquina un plan a largo plazo con la sana intención de mostrarle al mundo que los pecadores, o al menos a los que el juzga como tales, están perdidos y pagarán por sus faltas. Tras un largo tramo de película asistiendo a sus macabros crímenes, el equipo de los SWAT de la ciudad sin nombre donde tiene lugar la acción, da con el cuerpo mutilado de un hombre que lleva atado a la cama un año. En ese momento la complejidad del plan de John Doe se abre a los espectadores y los agentes encargados de su detención. Están y estamos ante un personaje capaz de secuestrar a un pedófilo, atarlo a una cama con sondas que ayuden a controlar sus deposiciones, llenar su casa de ambientador de pino, pagar el alquiler regularmente y hacerle una foto todos los días, para posteriormente arrancarle un brazo y utilizarlo para dar una pista a los detectives Mills y Somerset. Todo ello lo hace sin dar un paso atrás ni dudar un momento. A partir de aquí la acción se atropella ligeramente y los siguientes crímenes tienen menor importancia frente a la persecución y cerco al que Doe es sometido. Sin embargo, su entrada en la comisaría cubierto de sangre para entregarse, vuelve a resaltar la frialdad del personaje, del que por fin conocemos que tiene el rostro de Kevin Spacey (pese a haber aparecido en una escena anterior disfrazado de fotógrafo). En los minutos finales, ya contados aquí, asistimos a la sublimación del plan perfectamente orquestado por un John Doe que se autodenomina mártir de la causa y que completa con éxito su misión. 
Momentazo
Por otra parte está el Joker de la película “El caballero oscuro”, enormemente superior a la imagen establecida por Tim Burton, aunque es justo reconocer que los tiempos han cambiado y que estamos ante un personaje que proviene del mundo del comic, donde según el guionista, la imagen del” Payaso príncipe del crimen” varía y fluctúa sin mucho control, hasta el punto de que Grant Morrison tiene que salir al paso y explicar en “Arkham Asylum” que el trastorno de personalidad del Joker le lleva a interpretar muy diversos papeles. 
El de enfermera, por ejemplo
Nada de eso sucede en la película de Nolan. Aquí el Joker es una fuerza viva del mal. Todo lo que hace es una demostración de maldad y planificación. Al contrario que John Doe, Joker no parece tener una línea de actuación coherente, mostrando un patrón errático y a la vez directo al mentón de Batman. Realmente parece el típico villano cuya existencia se debe y depende de manera exclusiva de su némesis, algo ya ofrecido en ”El regreso del Caballero oscuro” de Miller.
Lectura recomendada de hoy
Joker mata, secuestra y tortura únicamente para hacer caer a Batman a su nivel, pero ¿qué pasará si lo consigue? Como él mismo le comenta a un postrado Harvey Dent, no lo sabe, no tiene ni idea, el Joker no maquina, simplemente juega y espera resultados. Aún así la maestría con la que está caracterizado el personaje, no solo sirvió para que su actor se llevase un merecido óscar, sino que consiguió que la película alcanzase unas cotas de maestría nunca vistas en una traducción del mundo del comic al séptimo arte.
Explicación de cómo realizar el truco del láipz del Joker
Esos son los paralelismos. Dos estrategas supremos, dos hombres decididos a llevar a cabo su misión sin que nada se lo impida ¿Dónde están las diferencias? La primera como he dicho es el objetivo. Doe nos sermonea, como dice Somerset en una escena. El Joker simplemente nos aterra. Esto se muestra en ambas películas, donde los actos de John Doe parecen no tener una gran repercusión pública (salvo el asesinato del abogado), mientras que las acciones del Joker en su lucha contra el hombre murciélago, desatan el caos en Gotham, un caos en el que el payaso sabe desenvolverse como pez en el agua. Doe se entrega a la causa mientras que el Joker salta de juego en juego, siempre un paso por delante y de manera nada azarosa. 
Dos buenos tipos
Ambos son unos perturbados peligrosos, pero realmente magnéticos y cuya personalidad arrastra tras de sí a los espectadores, ávidos de ver el siguiente paso de cada uno de ellos, y eso es lo que convierte a un villano de cine en grande. En el momento en el que te das cuenta de que en un rincón oscuro admiras o te asombras por el ingenio, la destreza o la fuerza de uno de ellos, estás perdido, porque es entonces cuando sabes que ambos, Doe y Joker han ganado, que hay algo pecaminoso y malvado dentro de cada uno de nosotros y que aunque sea por el rabillo del ojo y con la boca pequeña, estamos esperando que sean ellos los que salgan vencedores.
Cada vez que veo a Hans caer al vacío, se me escapa una lágrima

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