martes, 11 de septiembre de 2012

AJARE NAO 2. EXPERIMENTACIÓN CON SERES HUMANOS (I)



Desde siempre ha existido una tendencia a poner etiquetas, a asociar comportamientos e imágenes con definiciones sencillas. De esta manera se da pie a interpretaciones confusas y malentendidos indeseables. Hoy voy a tratar de aclarar una de estas confusiones típicamente extendidas.

Existe una gran distancia entre dos tipos de científicos ampliamente utilizados en la literatura, el cine o el comic clásico. Tenemos al científico malvado y al científico loco. Conviene aclarar que no son el mismo tipo de personas o personajes. Es fácil asumir que el científico malvado, pese a su capacidad para estudiar una carrera y adquirir el título de doctor, es puramente malo y hará todo lo posible para causar el mayor de los desasosiegos a sus semejantes. En un futuro próximo, a este tipo de científico le llamaremos Tito para abreviar. Sin embargo el científico loco no tiene por qué ser malvado. Simplemente se deja guiar por la desesperanza, pudiendo realizar acciones que lo sitúen a ambos lados de la raya que separa el bien del mal.

¿Cómo diferenciarlos? Es muy simple. El científico loco, empujado por la necesidad, procederá a realizar un experimento crucial para el desarrollo humano y a falta de un conejillo de indias, él mismo se ofrecerá voluntario con desastrosos resultados. El científico malvado, ya sea por ser peor persona o más inteligente, realizará el mismo experimento en alguien que por desconocimiento o incapacidad, no podrá evitar participar en los depravados acontecimientos preparados por el malévolo doctor.

Un ejemplo. En un momento dado, la voluntad de Pol estaba en la balanza entre ambos modelos científicos, pero al final, empujado por su bondad de corazón y por el hambre, cayó del lado del científico loco y decidió dar a conocer su teoría titulada: “Efecto de la ingesta masiva de mousse de fresa sobre el estado de salud del humano medio”. En este excepcional trabajo merecedor de la mayor de las publicaciones, Pol utilizó su propio organismo para llevar la resistencia humana al límite. De esta manera, Pol se sentó en el sofá con un litro de mousse rosa en sus manos y una confrontación entre el yo y el súper yo tuvo lugar ante mis ojos. Durante la realización de esta barbaridad digna de ser cantada por los bardos, el cerebro reptiliano forzó los límites de Pol, empujándolo a una ingesta continuada de Mousse. Mientras, su cerebro consciente llamaba a la rendición, causando que tras cada cucharada, un leve susurro se escapara de los labios de mi amigo. Un sonido transportado por el viento, una plegaria, una llamada de socorro, una simple conjunción de palabras.

“Vomito tío, vomito”

Pero el cerebro reptiliano impuso su tesón y al final Pol se comió todo el Mousse entre vítores y aclamaciones. No es un logro al alcance de cualquiera. Éste es el ejemplo de científico loco. Ahora pasemos al científico malvado, eje de la historia de hoy y que también tiene a Pol, y a su humilde servidor, como protagonistas.

Desplazados en Holanda por seis meses, nuestro trabajo consistía en aislar alguno de los componentes fundamentales de la planta Cannabis Sativa. Nuestro día comenzaba recogiendo múltiples cogollos de esta planta a los que sometíamos a perrerías varias que concluían con los tan valorados cogollos inserviblemente abandonados en el cubo de la basura.

Dado que nuestra investigación no aportaba datos concluyentes y que nuestra etapa se acababa, decidimos dar un salto en la línea experimental y pasar a actuar sobre seres humanos. Para ello teníamos al sujeto adecuado. 

Es de sobra conocido que uno de los efectos más extendidos del Cannabis es generar una especie de felicidad transitoria entre sus consumidores. Partiendo de esta premisa, decidimos que era lógico pensar en el Cannabis como un eficaz antidepresivo, y que mejor para probarlo que una de las limpiadoras de nuestro laboratorio. Aquella muchacha de corta edad, llena de piercings y con apariencia de no encontrar el lado brillante de la vida, pasaba por nuestro laboratorio como alma en pena, mostrando su más agrio rostro y realizando sus labores sin un ápice de alegría. Por ello, utilizando los métodos del científico malvado, pero sin un ápice de mala intención, procedimos a buscar una manera de alegrar su jornada laboral.

Con tal fin, en un tiempo menos cinco minutos antes de la llegada del sujeto de prueba, introdujimos en el microondas alrededor de medio kilo de la anteriormente mencionada planta con propiedades alucinógenas. Con el dispositivo por microondas a pleno funcionamiento, comenzó a extenderse por la sala un olor acre y juguetón. Cuando la chica llegó a limpiar, diligentemente, Pol y yo, abandonamos el laboratorio, no sin antes cerrar todas las puertas. Como buenos científicos malvados, el sujeto no debe tener la posibilidad de escapar del experimento en mitad del mismo. Esperamos unos minutos y…

¡Bingo! Éxito total. Avergonzada, pero con una sonrisa de oreja a oreja, la muchacha triste con aspecto de gótica deprimida tras escuchar el último éxito de Radiohead, salió feliz, divertida y posiblemente con un colocón de aúpa. Reto conseguido. El Cannabis es un buen antidepresivo y la prueba estaba allí con una risa floja que no había mostrado nunca antes. Nuestro mayor triunfo como investigadores en nuestra corta carrera, un gran hallazgo.

Es una lástima que el efecto de tal vegetal fuera de sobra conocido. Nos habríamos forrado. No siempre ser un científico malvado conlleva ingentes beneficios económicos.

Para una próxima entrega de “Experimentación con seres humanos”, dejo el capítulo que llevará por título: “Resistencia del cráneo ajeno frente a los golpes propinados con puerta de ascensor”.

Aprenderéis un montón.

12 comentarios:

  1. Bueno, eso de forrarse... Si te vas a una discoteca, hay más de uno que seguro que se forra con sustancias de ese tipo.

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    1. Yo hablaba de forrarme en el plano científico, con una larga carrera plagada de éxitos y eso, pero claro, vender medio kilo de cannabis obtenido gratis, seguro que daba dinero.

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    2. Que se le digan "naino-nai" (el chico valenciano aquel que parecia ser el hijo de Chimo Bayo; se me olvido su nombre), que quiso asaltar nuestro conegelador varias veces.

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    3. Yo tampoco me acuerdo, pero lo vi por la sección de psiquiatría del doce de octubre y creo que no era un paciente. Fue el tipo que se dedicaba a preparar éxtasis líquido en el labo y envió a un compatriota valenciano al hospital.

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    4. Se llamaba Carlos. Me acaba de venir una inspiracion propiciada por la combinacion de fenol y fish'n chips.

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    5. Cierto es. Un buen tipo. Politoxicómano, pero buen tipo.

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  2. Ayy, que jartada de reir. Lo de "En un futuro próximo, a este tipo de científico le llamaremos Tito para abreviar" ha hecho que los chinetes de al lado me miren raro meintras me secaba las lagrimas. Igual piensan que se me ha muerto un raton. :-D

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    1. Es que el Tito (el Tait in English) representa todo el poder del lado oscuro.Cuida los ratones. En ellos se encuentra el futuro.

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  3. xDDDDD Así me gusta, repartiendo felicidad a los científico loco xddd (yo sobre los científicos locos siempre me he preguntado que pasaría si uno de sus descubrimientos tuviera una aplicación real, vamos si fuera un éxito, ¿los seguirían llamando locos ?!)

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    1. A veces, en la locura se encuentra el triunfo. Nunca se sabe. Arriesgar a veces, no es lo peor y en ocasiones puede dar sus frutos.

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  4. Buenísisisimo!!!!, no puedo parar de reir, esto que escribes debe activar los mismos receptores cannabinoides que la hierba. XD

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    1. Ahora mismo tu sistema dopaminérgico está saltando por los aires. Los heterodímeros formados por los receptores D1 y D5 conllevan una sinergia en la recaptación del neurotransmisor que provoca un aumento de la sensación de bienestar. Todo esto y mucho más al leer "Jugando pachangas"

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